12 de febrero de 2011

Valientes


Emilio García Estébanez, teólogo, licenciado en filosofía, especialista en utopías del Renacimiento, escribió un libro llamado Contra Eva que llevaba meses aguardando en el cajón de los pendientes. En el prólogo del ensayo, García Estébanez dice que la Conferencia episcopal española ha denunciado que "en la sociedad moderna la sexualidad se ha convertido en un bien de consumo, separada del matrimonio y la procreación", lo cual ha conducido a la ideología de género, de la cual se derivan los siguientes efectos pernicviosos: "sentimiento de fracaso (...), proliferación de divorcios, proliferación de la violencia doméstica y abundancia de abusos sexuales, incluso de menores".
Pues bien, en su ensayo, el valiente padre dominico demuestra todo lo contrario: cómo las sociedades patriarcales, basadas en el seguimiento total de las doctrinas católicas, dieron lugar a una serie de prejuicios e ideas preconcebidas que, con el paso de los años y la llegada de un necesario progreso -manifestado en la igualdad de la mujer, entre otras cosas- ha dado lugar a las mismas cosas que acabamos de enumerar. En la página 102, el título de un capítulo da muestras de la valentía del autor: "El matrimonio cristiano: la institución de la violencia de género".


Del interesante trabajo, me quedo con el recordatorio de la historia de Sherezade. En el prólogo de Las 1001 noches se nos cuenta que el sultán, desengañado por la infidelidad de su esposa y convencido de que las mujeres son adúlteras y concupiscentes por naturaleza, decide tomar medidas: mandará llamar a una doncella cada noche y la decapitará justo después de mantener relaciones sexuales con ella. Decapitándola al instante evita, claro, que le sea infiel. Pero llega Sherezade y en lugar de acostarse con él, le cuenta un cuento.
Es portentosa esta historia, porque equipara el poder seductor de una buena historia al deseo sexual que puede despertar una doncella en un hombre maduro. Pero no sólo por eso. Sherezade está allí porque la esposa del sultán fue malvada. Sin "pecado original", no habría ocasión de contar cuentos. Interesante y eleccionador: ¿de qué íbamos a hablar, parecen decirnos los anónimos autores orientales, si todas las mujeres fueran castas?
No queda muy claro, sin embargo, si el sultán dejó viva a Sherezade porque quería que ésta terminara la historia. Sí, ya sé que eso es lo que dice la historia. Pero, ¿no serían más bien las ganas de acostarse con ella de nuevo lo que le motivaba? Igual Sherezade, que era lista además de hermosa y concupiscente, lo hacía todo bien. En el fondo, el sultán pecó de aquello que quería evitar y terminó por serle fiel a la guapa y lista Sherezade (en este paréntesis me pregunto: ¿habrá algo que le guste más a un hombre maduro que una lista concupiscente? Sí: una lista concupiscente que cuenta buenas historias.)
Y, por último, tampoco sabemos si Sherezade fue fiel al sultán o no. Porque, una vez terminada la historia y mientras esperaba a la noche siguiente, ¿acaso no pudo ayuntarse con todo el que le viniera en gana?
Cuando, pasado el tiempo y las historias, Sherezade se presentó ante el sultán con dos hijos, éste los aceptó con gran felicidad. Pero, ¿cómo supo que eran hijos suyos?
Podemos creer lo que más nos guste, porque al fin y al cabo ya sabemos que el sultán era un crédulo y un gran aficionado a que le contaran milongas.
Sea como sea, todo esto se me ha ocurrido leyendo Contra Eva. Me gustan los libros que me llevan lejos. Os dejo la recomedación, navegantes. Disfrutad.

1 comentario:

Concha Huerta dijo...

A mi también me gustan los libros que me llevan lejos, y Sherezade es probablemente uno de los básicos del genero cuento o relato breve que me encantan. Tomo nota de este ensayo. Gracias por compartirlo. Un saludo