29 de mayo de 2008


Esta foto es de esta mañana. Me la ha mandado, con mucha diligencia, Cecilio (a mi lado en la imagen, de oscuro), del IES El Pomar de Jerez de los Caballeros, en la provincia de Badajoz. Allí he estado esta mañana, en medio de la lluvia torrencial y en muy buen ambiente.
Muchas gracias, Cecilio, por la rapidez con que cumples tus promesas.

25 de mayo de 2008

Diagonales: MoMa, New York


19 de mayo de 2008

No, este aún no es un blog muerto. Ni póstumo.

¡Awafih!
Así se dice "hola" en arameo, una lengua que aún se habla en tres pequeños pueblos cercanos a Damasco. Es decir: no se trata de una lengua muerta, pero sí casi muerta.
"Anda, lo mismo que este blog", habréis pensado algunos, y no os faltará razón. Pero antes de daros la razón humildemente y explicaros las causas de que éste sea un blog casi muerto, dejadme explicaros algo.

"Cada día, señor, espabila mi oído para que escuche como los iniciados".
El viernes pasado tuve la suerte de asistir a una conferencia de la veterana y muy lúcida Montserrat del Amo. Fue en "Leer León", la Feria de Literatura Infantil y Juvenil, que este año ha rendido homenaje a la pionera del género, que tiene nada más y nada menos que 80 castañas. Esta cita de Isaías sirvió a Montserrat para describir cómo presta atención a la vida para luego escribir. Fue sólo el comienzo de una conferencia plagada de perlas, de las que tomé nota para servíroslas aquí, a modo de desagravio por mis ausencias. Espabilad la pupila, pues, que no tienen desperdicio:

"Yo vivo sola. No me siento sola, porque tengo mucho afecto a mi alrededor, pero para escribir, viene bien".

"El tiempo de imaginar es muy largo -largos paseos, momentos de insomnio...- y muy grato, porque en mi imaginación mi novela es perfecta, maravillosa".

"No sé escribir de un lugar que no haya visto previamente".

"Atención al oficio: ayuda mucho, pero también puede ser un peligro. Más que facilitar la tarea, la dificulta. A esto de escribir no se termina de aprender nunca".

"Cuando escribo sé que lo que hago podría estar mejor, pero forzosamente me veo obligada a escribir tendiendo a la montsidad"

"El escritor tiene que vivir del odio al editor"

"Lo malo es que las palabras bonitas no siempre significan lo que deberían".

¿Qué os parece? Fue un lujo conocerla, de verdad. Yo con 80 años quiero ser Montserrat del Amo, os lo aseguro. Y ahora, van las explicaciones: El año pasado, pacientes navegantes, cerré el blog mientras escribía LA MUERTE DE VENUS (Espasa, 2007). Lo hice porque me conozco: me entusiasmo tanto con la escritura que se me olvida hasta de respirar. Ya no digo de actualizar todos los días. Este año he andado de aquí para allá, terminando algunos compromisos previos, hasta hace poco: libros de no ficción, novelas a cuatro manos, cuentos por encargo... Pero llevo ya algunas semanas -creo que me lo habéis notado- absorta en mi próxima novela, HACIA LA LUZ, que también publicará Espasa. Esta es la (buena) razón de mi silencio bloggero. No quise colgar el cartel de cerrado por escritura para no descuidar el blog, pero lo he descuidado igual y encima, sin avisar. De modo que esta entrada de hoy es un modo de tranquilizar mi conciencia pero también una explicación y una disculpa: perdonad mi silencio, navegantes, estas próximas semanas estaré un poco más "callada" que de costumbre. La razón: ¡estoy escribiendo, emocionada como sólo ocurre de vez en cuando, una historia que me abduce! Iré volviendo, una vez a la semana si me aplico, para que no podáis pensar que este es, como el idioma arameo, un blog muerto. O póstumo, lo cual tendría su morbillo.



La imagen de hoy la tomé el verano pasado en Akureyri.

6 de mayo de 2008

Aventura dental

Hoy he llevado a mis hijos al dentista. A Adrián le salen los dientes definitivos sin que se le caigan los de leche (extraño prodigio de la naturaleza que no sabía posible), Elia se golpeó un incisivo (también de leche) y se le ha puesto de un color preocupante. En la sala de espera, mis dos gamusinos han ojeado revistas del corazón, fingiendo un severo interés por los asuntos frívolos. Luego han pasado, al trote, hasta la sala del fondo, donde nos esperaba una médica joven vestida de azul, con una mascarilla último modelo, a quien Adrián se ha apresurado a interrogar:
—¿Cómo te llamas, señora dentista? —le ha preguntado.
Y el misterio se ha aclarado en el acto:
—Carla —ha dicho Carla, bajándose la mascarilla y mostrando una ristra de dientes perfectos (supongo que este último punto es lógico).
La primera ha sido Elia. Se ha tumbado, muy contenta, en la silla de exploraciones, con la boca muy abierta incluso desde antes de que se lo pidieran. Sus ojillos negros iban y venían, curiosos y divertidos, de la lámpara cenital a las manos enguantadas de Carla. Parecía encantada de haberse convertido, de pronto y con tanta facilidad, en una paciente. Adrián, mientras tanto, quería saberlo todo:
—¿Por qué le metes la mano en la boca a mi hermana?
Lo de Elia ha requerido hasta una mini-radiografía, que le han hecho allí mismo, después de cubrirla con un mandil de plomo y pedirnos a su hermano y a mí que esperáramos fuera. Se ha portado tan bien que he salido pensando que es más íntegra que yo, la monita de 4 años.
Cuando le ha tocado el turno a Adrián ha habido exploración y diagnóstico: tiene que tocarse los dientes todo el tiempo, para que se caigan de una vez, y para que el ratoncito, las hadas de los dientes o los angelitos (esta parte de la mitología doméstica está por resolver) hagan su trabajo y le traigan muchos regalos. Con gran alborozo, Adrián ha descubierto que se le mueven 3 dientes, y allí mismo ha planeado en qué iba a pasar el resto de la tarde: en llamar a todos y cada uno de los miembros de la familia para contarles el gran acontecimiento.
En fin, ha sido una aventura completa, adornada de sillas que suben y bajan y señoras con la cara tapada, como en las comedias antiguas de capa y espada. Para rematar, les han regalado un guante de látex y una mascarilla a cada uno. Yo no me he atrevido a pedirle otros para mí.
Lo más impactante del día ha sido el momento en que Carla (qué familiaridad) me ha enseñado la radiografía que le ha tomado a Elia. Ahí está su diente maltrecho, intacto, tranquilo, libre de infecciones y culpas; justo encima, escondidas dentro de la encía, en apariencia inofensivas, dos paletas que triplican el tamaño de los dientes actuales, esperan agazapadas su turno. Ha sido impactante: como tener el privilegio de contemplar durante un minuto la hija que tendré, no la que tengo, la silueta invisible pero real de lo que nos aguarda en el futuro.
Qué cosas, ¿no? Llevo a mis hijos al dentista y termino metafísica.
Perdonadme, navegantes, son las altas horas, que me afectan a los órganos de pensar.


La imagen de hoy, de otra con tres y de Cristopher Gilbert.

1 de mayo de 2008

Because I'm the Mom