3 de diciembre de 2007

Una vindicación de lo clásico

Quiero que mis hijos conozcan la historia del Arca de Noé, la de Adán y Eva, la del Éxodo a través del desierto del pueblo israelí —tan precursora del realismo mágico, con lluvias de maná, mares que dividen sus aguas para dejar pasar a los buenos y ahogar a los malos, plagas de bichos repugnantes…—. Quiero que mis hijos sepan que quien se vuelve a mirar atrás corre el riesgo de acabar convertido en estatua de sal; que hay hermanos tan vengativos que pueden llegar al asesinato y que el Apocalipsis es zoológico y ardiente. Pero no quiero, todavía, hablarles de la Biblia.
Quiero que sepan quién fue Ulises, cómo Penélope le esperó tejiendo mientras era acosada por los pretendientes. Que conozcan las maldades de Medusa y el talento de Perseo. Que se impresionen con las doce pruebas de Heracles, que se sientan fascinados por la ferocidad del Minotauro, por la osadía de Ícaro; que teman el canto de las sirenas y aprendan la lección: lo que nos atrae a veces lo hace para matarnos. Sin embargo, aún no pienso regalarles un diccionario de mitos clásicos o la obra de García Gual.
También quiero que sepan de Alonso Quijano, de Rodrigo de Vivar, de Sherezade, de Alí Babá, de Simbad, de lámparas maravillosas, de genios escondidos bajo las aguas, de John Silver y tesoros perdidos, de la niña que atravesó el espejo, del hombre que conversó con el fantasma de su padre, de tantos otros más.
Mientras mis hijos alcanzan la edad de llegar a las fuentes por sí mismos, agradezco que exista quien me ayude a mostrarles el camino.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Care, en cierta Universidad, lo que acabas de escribir sobre la Biblia sería considerado -no os lo perdáis- una posible ofensa hacia las posibles creencias de tus compañeros, así como un registro poco adecuado en un entorno académico (?) Por tanto si quisieras seguir participando en el debate, podrías, diciendo lo que quieras, mientras seas respetuosa y tolerante. Y no me respondas. No es negociable.

Personalmente, estoy de acuerdo contigo. Esa no-docente es de sal.

César dijo...

He educado a mis hijos (no bautizados, son moritos) con todo el laicismo de mi corazón. Cuando siendo pequeños me preguntaban por dios, yo les decia que era algo así como Superman; es decir, un personaje de ficción todopoderoso. Huelga decir, por tanto, que nunca han recibido una educación religiosa. Pero tampoco mitológica. Y eso es un error.

Intenté, cuando eran niños, hablarles de los principales mitos juedo-cristianos, pero no me hicieron mucho caso. Más adelante, les dije que la Biblia contenía pasajes muy hermosos (y muy divertidos), pero pasaron de leerla.

Así pues, hoy, cuando mis hijos tienen 20 y 17 años, son absolutamente incapaces de comprender el simbolismo de una catedral, o de un cuadro de Caravaggio o El Bosco. Creo que les falta algo importante para comprender el mundo que les rodea.

Ahora bien, ¿por qué conozco yo todas esas historias de la Biblia? Porque me las enseñaron en el colegio. Entonces, igual que hay una asignatura de religión, totalmente doctrinal, para los alumnos creyentes, ¿por qué no hay una asignatura de mitología para los alumnos ateos o agnósticos?

lourdes dijo...

Muy buena idea la de una asignatura de mitología. Y para los del instituto una historia de las religiones (de todas) tampoco estaría mal. El conocimiento abre la mente.

Anónimo dijo...

Supongo que porque la Religión no lo ha sido. La Razón tampoco.

El impulso de pensar por uno mismo, la reacción necesaria contra la Verdad Revelada, se convirtió en la Verdad Racional. Sólo real aquello experimentable etc. Es falso. Tan falso como descartar el valor de la verdad del mito porque está implícito en la religión. Lo está, pero la propio religión no lo permite. Me parece considera la lectura simbólica tomar el nombre de Dios en vano. Sólo un dios, la religión antes, la convivencia entre mito y logos, a la porra, son "paganos"

La verdad del mito se la cargó primero la Iglesia y al enfrentarse a este, para liberarse de ésta, aparece una razón, que al poco se vuelve irracional. Una religión sin mito, una razón de argumentos para hacer o decir cualquier cosa. Pues eso, me parece.

Lo bueno es que hay formas religiosas a pesar de la laicidad.

La pérdida de fe o la de valores cívicos, me parece, se debe bastante a eso. Ni religión ni razón., con esas dos, imposible. Las decisiones se han ido tomando según mercado. Se mantiene la esclavitud o se libera? Qué da más beneficios?

Todas esas cosas. El tema es chulo.
¿considerarlo una ofensa? anónimo, ¿qué Universidad es esa?

Anónimo dijo...

Quien te ayuda? Qué formas tiene el camino? Por dónde, cómo va?