19 de junio de 2007

Por qué no soy poeta (y/o soy una poeta mala)

Hace poco menos de diez años gané un premio de poesía. El poemario se publicó poco después, en una pequeña editorial sevillana. Se llamaba Hiperestesia, y durante todo este tiempo me he encargado de que no figurara en ninguna parte. Me pone muy nerviosa verlo en mis bibliografías o que la gente lo nombre.
Sé que soy una mala poeta. Lo sé porque soy buena lectora de poesía. Me gustan Heine y Salinas y Baudelaire y Guillén y Juan Ramón y los poemas narrativos de Carver y los juguetes navideños de Brodsky y el amor de Garcilaso y la metafísica de Lope y las burlas de Quevedo y Ana Istarú y Ángel González y Gonzalo Rojas y Wislawa Szimborska y tantos colegas a los que admiro y envidio al unísono: Pablo Garcia Casado, Vicente Luis Mora, Elena Medel, Toni Montesinos, Ángela Vallvey, Benjamín Prado, Carmen Jodra, Andrés Neuman... Después de leerles sé perfectamente -y con más convicción- que yo soy una mala poeta.
Tiene una explicación. Yo sólo escribo poesía cuando me falta el aire. No sé por qué razón, en ninguna circunstancia de mi vida se me ocurre un poema. Cuando algo me interesa lo suficiente, toma forma de relato. Si me interesa enormemente, se convierte en una novela. Si el interés es desbordado, se vuelve una novela muy extensa, de -tal vez- más de 400 páginas. Pero los versos sólo acuden muy de vez en cuando, en los peores momentos. Cuando me falla la vida, surgen los versos.
Lo bueno es que la poesía es uno de los únicos reductos de mi vida en que no soy escritora profesional. No pienso en el lector, en el ritmo, en el personaje, en el plazo de entrega... Sólo pienso en mí, en autosatisfacerme, en darme las palabras que me serenen, que me apacigüen. Vuelvo a ser aquella niña sola que comenzó a escribir hace 29 años.
El año pasado, en mi vida hubo un poco de mar gruesa. No sólo en la mía: mi vida se entrelaza con las de otros, que también encontraron ciertas dificultades de navegación. En plena tempestad, empecé a escribir. Lo que surgió, terrible, durísimo, tiene una única virtud: es honesto. Y también brutal, lo sé. Pero, qué queréis: la vida a veces es brutal.
"Echo de menos en tu poesía un poco más de profesionalidad", me dijo un editor muy reconocido no hace mucho, mientras cenábamos en el restaurante Kibuka, del barrio de Gracia de Barcelona. Acertó de lleno. Mi poesía no es profesional, ni lo será nunca. Mi poesía es una estrategia de supervivencia, un modo de resistir al temporal.
Cuando regresó la calma me dio pena aquel original en un cajón. Eso siempre me pierde: los papeles abandonados me dan lástima. Decidí enviarlo a alguna parte. Ya puestos a escoger, mejor a un lugar de donde pudiera obtener un beneficio económico (Ay... ¡la hipoteca!). Un premio para mujeres, a priori, tiene una ventaja: más de la mitad de los posibles competidores han sido eliminados de antemano, en virtud de su sexo.
El libro saldrá publicado en noviembre. Se llama Disección. Almas sensibles, abstenerse. Si alguien me pide que hable sobre él, redactaré una nota escueta y clara donde diga que yo soy narradora y que el poemario utiliza una voz narrativa ficticia que nada tiene que ver conmigo.
A partir de ese momento, comenzaré a eliminar todo rastro del libro de mis bibliografías.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Care, nosotros recordaremos. Ja.

La poesía en tiempos difíciles:

Quizás ahí está la magia de la poesía. Cuando la mente se "atribula" los símbolos más poderosos (las palabras) cobran un significado diferente... ¿Más simbólico aún? ¿curativo del estilo de "si juego con palabras también juego en mi mente con sus significados más o menos ocultos"?

Eso sí que es fascinante.

Anónimo dijo...

La verdad es que yo tengo también ese pecadito, pero alguna extraña barrera interna muy cabrona siempre me impide ponerme con cualquier aborto de poema que quiera hacer salir. Supongo que no puedo superar eso de "si voy a ser un mal poeta, mejor no perpetro nada".
Y porque con los cuentos ya es otra cosa, que si no, a saber en qué me refugiaría yo.

Anónimo dijo...

Qué entrada emocionante, Care.
Mi pregunta es ¿por qué eliminar precisamente esa parte de tu bibliografía? ¿Sólo porque no es "tan profesional" como la otra?
¿Por qué lo profesional debe convertirse en el criterio?
Quizá no te haya entendido bien. O quizá peque de ingenua. No lo sé...
Un abrazo

miwok dijo...

Yo estoy con Anónima...es curioso la inspiración que nos llega cuando tenemos un mal momento, es como si pudiéramos escribir cualquier cosa...

Anónimo dijo...

Es una confesión muy sincera tu entrada. Sin embargo creo que si has sido capaz de convertir algunas angustias personales en relatos o novelas con un poco de práctica podrías hacer lo mismo con tu poesía. Por cierto,¿ habrá presentación de tu libro de poemas? Y de ser así ¿nos lo dirás?
(siento esta pregunta tan malévola, pero tenía que hacértela)
Saludos.

luisveagarcia.blogia.com

uminuscula dijo...

Hola, Care
Me ha encantado leerte.
Yo mantengo cierta relación terapéutica con la poesía...
Y me encanta el título HIPERESTESIA
(GRANDIOSO)

soy RY, aquella que te hizo un repor en aula, ;)

besos grandes

Fernando Alcalá dijo...

Parece que el tema de narradores que no son poetas y demás me persigue ultimamente. El otro día lo comentaba en el blog de Marta Zafrilla, yo no podría ser un buen poeta porque no escribo para encontrarme a mí mismo (como hacen muchos poetas), sino que escribo para evadirme, para esconderme, para ser otro (para ser otros, muchos otros), para despistarme, para no encontrarme... por eso he llegado a la conclusión de que no sería un buen poeta. Además, me gusta tanto reírme de mí mismo que no podría tomarme en serio.

Me encanta el título del libro. Suena realmente intenso ;) Enhorabuena!

Marta Zafrilla dijo...

Creo que no soy la única que se muere de curiosidad por leer tu poesía y más con un título tan bueno.
Como narradora te quedan pocas cosas que demostrar y ahora nos llegas con esta sorpresa que te sitúa como una "poeta no profesional" que también gana premios con los versos. Qué quieres que te diga, quizá lo que sucede es que no te distancias de tus poemas. Quizá respiren todavía y no puedes verlos con objetividad. Qué sé yo.
Creo que es el momento de dejar hablar al lector sobre el poemario pues ya ha dejado de ser tuyo.
¡Ahora es nuestro!
Un beso

Anónimo dijo...

¿Y quién ha dicho que la poesía tenga que ser profesional?. A mi corto entender, los poetas son los que pueden o no ser profesionales, la poesía ha de ser sólo éso, poesía, y la tuya, Care, como la de cualquiera no tiene por qué no serlo. A diferencia de la prosa, la poesía sí puede escribirse para uno mismo, como una especie de terapia personal que sólo surte efecto en el alma del que la crea, independientemente del efecto que pueda ejercer en la de los demás. La finalidad primigenia de la poesía es ésa, la de cicatrizar heridas internas del propio poeta.
En eso, Care, todos somos iguales, escondidos poetas que no nos reconocemos como tales.
Un beso.

Antonio J. Mialdea dijo...

Con el permiso de Marta Zafrilla, suscribo sus palabras.