11 de junio de 2006

Todo es literatura


Los rumanos están muy indignados con que cada vez que alguien menciona su país sea para referirse a vampiros, demonios o lugares siniestros. Y, de hecho, no les falta razón: Transilvania es una región idílica, tan tenebrosa como pueda serlo el escenario de Heidi, poblada por hospitalarias gentes. Bram Stoker, el creador de Drácula, jamás estuvo allí. Tiene mérito, porque de la región dijo en su célebre novela más o menos lo mismo que os acabo de decir yo después de dos días de pasear entre coníferas. Para crear a Drácula, Stoker se basó en la figura de Vlad Tepes, un príncipe del siglo XIV que luchó por la independencia de Transilvania. Para los transilvanos es todo un héroe, pese a su fama de sanguinario. Aunque la Edad Media no fue precisamente una época propicia para el respeto de los derechos humanos. En rumano, Tepes significa "el empalador", un sobrenombre que el gobernante se ganó merced a su gusto por empalar a sus enemigos. La leyenda dice que llegó a empalar 40.000 en un solo día (la población total del país por aquel entonces era de 500.000 habitantes) y también que gustaba de cenar entre los empalados, mientras los escuchaba agonizar. Stoker supo de Vlad Tepes en la Biblioteca del Museo Británico de Londres y desde allí inventó a su conde vampiro. Qué cosas tiene la literatura.
Pues bien. En Rumanía pueden visitarse algunos de los monumentos relacionados con Vlad Tepes, entre ellos su casa natal en Sighisoara. Sin embargo, hay una fortaleza defensiva del siglo XIV a la que todos los años acuden miles de turistas y que se vende como "el castillo real de Drácula" y que no es sino un engaño. Está en Bran, una pequeña población a unos 140 kilómetros de Bucarest. El castillo reviste cierto interés y alberga una colección de muebles antiguos, pero la única relación que guarda con Vlad Tepes es que probablemente -ni siquiera es seguro- estuvo aquí preso alguna vez. Durante toda la visita al lugar no encuentra el viajero ni una sola referencia a Vlad Tepes o a Drácula. Es, simplemente, un engaño pensado para atraer turisas y dar de comer a las muchas familias que se dedican a la venta de recuerdos en la plazuela de acceso al castillo.
Con todo, la visita al lugar no está mal. Se puede disfrutar de lugares como el de la fotografía, por ejemplo, a la que debería poder añadirse el silencio, los trinos de pájaros y el murmullo de las aguas del original.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tepes, en rumano, significa "el empalador". Él es.

Anónimo dijo...

Stoker, ese irlandes loco que describio Transilvania mirando postales y mapas..oh, discordia, que derroche de talento.